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La Magia de Desconectarse: Una Experiencia Libre de Pantallas

Opinión

En un mundo donde las pantallas dominan nuestra atención, asistir a un evento y vivirlo sin la omnipresencia de los celulares se siente como un acto de resistencia, una bocanada de aire fresco en medio del frenesí digital.


Todos lo hemos vivido: estás disfrutando de un concierto o una obra de teatro, inmerso en el momento, cuando de pronto la luz azul de un celular interrumpe la oscuridad. No solo distrae a quien lo usa, sino también al resto de los asistentes. Esa necesidad de capturar cada segundo para redes sociales parece haber robado algo esencial: la capacidad de vivir plenamente el presente.


Hace unos días, tuve la fortuna de asistir al concierto tributo a Whitney Houston, interpretado magníficamente por la cantante sudafricana Belinda Davids en el Movistar Arena, en Santiago de Chile. Desde el inicio, el ambiente se impregnó de la poderosa voz de Davids, que hizo justicia al legado de Houston. Pero lo que realmente marcó la diferencia fue la conexión genuina que se vivió en la sala, donde las pantallas estuvieron notablemente ausentes.


Sin celulares interponiéndose, el público estaba realmente presente. Cada nota, cada palabra y cada emoción llegaban directamente al alma, sin distracciones. Los aplausos eran más fuertes, las risas y suspiros más sinceros, y la energía colectiva se sentía como una celebración auténtica de la música. Sin la necesidad de grabar o fotografiar, me di cuenta de que algunos momentos son más hermosos cuando los vivimos plenamente, cuando los dejamos grabados no en un dispositivo, sino en nuestra memoria.


Esto no se trata de demonizar la tecnología ni los celulares. Son herramientas valiosas que, bien usadas, pueden amplificar la cultura. Pero debemos cuestionar si el impulso de documentar todo vale más que la experiencia de estar realmente presentes. ¿De qué sirve una galería de fotos si nunca permitimos que el momento nos atraviese de verdad?


Vivir el momento significa sentirlo con todo nuestro ser: dejar que una melodía, una actuación o una palabra resuene en el corazón. Es también un acto de respeto hacia el artista, quien entrega su talento para crear algo único e irrepetible. Y, sobre todo, es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos, llevándonos ese instante no en un archivo digital, sino grabado en nuestra memoria y en nuestro corazón.


La próxima vez que asistas a un evento, guarda el celular. Regálate el placer de disfrutar sin interrupciones, porque, al final, los mejores recuerdos no necesitan filtros ni hashtags: solo un corazón dispuesto a vivir el presente.


Francisco Matamoros S.

ProEscénica


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